La odiosa realidad

El otro día me sentía algo indiferente, como me suelo sentir siempre. Me levanté a por una Coca-Cola y, mientras volvía a mi oscuro cubil lleno de aparatos electrónicos que me mantenían en vena, vi a mi hermano jugando a la play. Me sentía muy orgulloso de él. Me acerqué a ver a qué vídeo juego jugaba. Era un dragón violeta acompañado de una dragona negra, era bastante bonito, quiero decir que te quedas mirando y dices: ''¡Caramba!¡Que cucada!''

La cosa es que se me quedó en la mente la figura de los dos dragones haciendo combos en la Play Station. Tanto que me inventé un rol, consistía en un dragón de color lima que tenia un pañuelo rojo con lunares lilas al cuello, tenía dos cuernos blancos echados a los lados, se llamaba Kelcer y vivia en una casa al lado de un río. Los días soleados subía a la montaña y se quedaba mirando el pueblo de más al sur... Y me pasé toda la tarde pensando en Kelcer. Vivió mil y una aventuras. Viajó por todo el mundo y conoció muchos amigos, por desgracia sus aventuras terminaron nada más llegar JP y llamar a mi puerta

-¡Jose! ¿Te bajas al parque a patinar?

-No tendrás que pedírmelo dos veces... Jo tío no veas que tarde mas infructuosa estaba pasando.

Espero que algún día mi hermano vuelva a sacar el polvoriento videojuego de su nívea -je, me encanta este adjetivo- y fría estantería y yo vuelva a adentrarme en aquel fabuloso mundo que había creado, y por Dios, espero no volver a salir. Nunca.